Aquí no hablo como entrenador.
Hablo como SUPERVIVIENTE.
No desde el logro, sino desde lo que cuesta sostenerse.

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No pretendo dar una lección,
ni envolver esto en un final feliz.
Solo sé que lo que queda en este archivo
no fue escrito para gustar.
Es lo que es.
Y a veces, lo que es no encaja con lo que se espera.

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Durante muchos años (entre luces y sombras) fui un niño feliz,
un adolescente positivo y, ya de adulto, me encontré
con la parte más difícil:
convivir con inseguridades, frustración, dudas, ego, ambiciones no cumplidas
y una sensación constante de que algo falta.
A veces fuerza, a veces estabilidad.
A menudo tiempo.
Y casi siempre, capital emocional.

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Trabajo solo, pienso solo, planifico solo.
Me apoyo en herramientas —sí, en GPT gracias—
y tiro de mis propios recursos.
Soy bastante autodidacta.
Tengo clara la dirección: vivir de lo que amo.
Pero entre lo que quiero y lo que puedo ejecutar,
hay un salto grande.
Uno que a veces ahoga.

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En Agencia DS abunda lo absurdo.
Reírse de las contradicciones.
Investigar, juzgar y sentenciar escenas que, aunque salgan de mi historia,
te van a sonar peligrosamente familiares.

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Tranquilo: aquí todos estamos igual de rotos.
Solo que nos reímos
mientras lo investigamos.

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Desorden emocional, ruido mental, preguntas sin respuestas.
Un deseo de compartir desde un lugar más real.
Sin filtros.
Sin maquillaje.
Sin pretender que todo está bajo control.

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Si esto te suena,
si tú también intentas sostenerte sin que se note,
este archivo también es tuyo.